La Paz era un punto comercial muy importante, llegaban cientos y cientos de personas al día.
En la década de los 70 llegó a La Paz, Jorge Condé, un sonorense nómada que buscaba trabajo en el área de computación, relata su experiencia en los tiempos de la fayuca.
A la edad de 20 años, el originario de Guaymas tomó la decisión de aventurarse por la capital del estado, Jorge encontró su sentido de pertenencia, en el corazón de Baja California Sur, particularmente en el paseo Álvaro Obregón, para precisar un poco más, en El Gran Descuento de La Paz; una tienda dedicada a la venta de mercancía extranjera, la cual se encontraba a un costado del Hotel Perla, en los años 70.
A través de sus memorias relata cómo hace más de 50 años La Paz se encontraba en su época dorada. En especial, tras el flujo migratorio y el crecimiento económico que en aquel momento tenía. Particularmente, a raíz de que el territorio fue declarado como una zona libre de aranceles, desde 1936 hasta 1982; así como la apertura del puerto de Pichilingue.
Zona libre
“La gente buscaba a La Paz, sobre todo por ser zona libre. Entonces, ¡uh! Los chilangos, gente del interior y el sur de la República, llegaban por montones. Y llevaban grabadoras, relojes, ropa, calzado, radios; era la época en la que un mismo aparatito tenía muchas funciones… Todo iba para allá. El ferry siempre iba atascado”.
Al respecto, de acuerdo con el historiador Sealtiel Enciso Pérez; en los años 30, el gobierno federal condonó el pago de impuestos. Principalmente, a los productos provenientes de fuera del país; especialmente Estados Unidos. Por tanto, solía presentarse mucha reventa de mercancía, dando como resultado la gran presencia de fayuqueros.
“La mercancía la traían de Japón, Italia, Suiza; de muchos países. La Paz era un punto comercial muy importante, llegaban cientos y cientos de personas al día. Supongamos que un perfume costaba mil pesos. A lo mejor, en Mazatlán o Acapulco, te valía mil 300. Entonces, si se llevaban 5 perfumitos, se ahorraban mil 500 pesitos”.
De acuerdo con Enciso Pérez, los productos que eran importados, pero que por ser adquiridos en la península no pagaban impuestos, costaban a veces hasta un 70 por ciento más barato que si los consiguiera en sus respectivas entidades federativas. En su mayoría, miles de personas llegaban vía marítima; el medio más económico en aquel entonces.
“A mí me gustaba mucho La Paz, mucho, sí extraño. Primero, lo que más me gustó fue el mar, era muy bonito… En el Hotel Perla, ahí le gustaba mucho a la gente ir y se tomaba una sodita y veía toda la playa. Era un restaurante allá abajo, al aire libre, no tenía ni ventanas”.
Hotel Perla, un lugar emblemático
“Uy, la gente a gusto… Recuerdo verlos con su periódico, comiendo, con una cerveza o café. Y yo los veía ahí, sentaditos… Cómo me daba envidia, jajaja. Siempre había gente; desde jóvenes hasta viejitos. Estaba atascado. Era la época de oro en La Paz. Mucha gente iba a tomarse su cafecito. Los dueños de los negocios ahí se iban a platicar, era un punto de reunión”.
El sector restaurantero era uno de los principales beneficiados durante la década de los 70; época próspera en el corazón de Baja California Sur, según Enciso Pérez. También, años después, en 1974, sucedió la conversión. El 8 de octubre de aquel año, se da el decreto presidencial donde Sudcalifornia se convierte en un estado. Lo cual, provocó un auge económico importante.
Los Arcos
El historiador puntualizó que Los Arcos era otro de los alojamientos más populares ubicados en dicha zona. También, las casas de huéspedes solían estar bastante concurridas.
De hecho, había lugares en los cuales se rentaban cuartos para ocuparse en pocos días; funcionaban como una especie de vecindad que beneficiaba a sus alrededores, pues a raíz de ello se activaba enormemente la venta de alimentos, artículos de limpieza, al igual que otros servicios de aseo y cuidado personal, como cortes de cabello.
“Era una tranquilidad. En ningún otro lugar encontré la paz. Se vivía muy a gusto, literalmente se vivía en paz. Toda su gente eran muy buenas personas, muy tranquilas. Se vivía bien, tranquilo. Mucha gente se iba a vivir allá; no dice la canción Puerto de Ilusión, muy ilusionados llegaban a rehacer su vida. Así llegaban muchos. Les había ido mal en alguna situación, se iban a La Paz y empezaban una nueva vida. Esa era La Paz”.
Sofía Apodaca | El Sudcaliforniano
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